Era muy viejo el capitán y viudo
y tres hijas guapísimas tenía,
tres silbatos a modo de saludo,
les mandaba el vapor cuando salía.
Desde el balcón, que sobre el muelle daba,
trazaban sus pañuelos mil adioses,
y el viejo capitán disimulaba
su emoción, entre gritos y entre toses.
El capitán murió....Tierra extranjera
cayó sobre su carne aventurera
festín de las voraces sabandijas....
Y yo sentí un amargo desconsuelo
al pensar que ya nunca las tres hijas
nos dirán adios con el pañuelo.
Del Río Sainz