viernes, 27 de enero de 2012
UNA VEZ ESTUVE EN LA CÁRCEL.
Una vez estuve en la cárcel, sólo una vez y es que al día siguiente me sacaron para acudir a un juicio. Por supuesto que iba esposado. Era inocente que es lo que dicen todos, pero yo, palabra que lo era a pesar de que los jueces pensaran lo contrario y es que tienen la sartén por el mango y el mango, también. En la Sala, apenas me dejaron hablar, ellos por lo visto, lo sabían todo de mi pero yo de ellos no conocía nada. Ellos si podían hablar y gesticular con ademanes estudiados, contando historias que nada tenían que ver conmigo. Antes, en la cárcel, me habían dicho que uno de los abogados de oficio que me iban asignar, como apenas cobran, les dan una miseria, no pondría interés alguno en mi defensa y más bien, caen a favor de lo que diga el juez para congraciarse. Una vez estuve en la cárcel porque alguien se cebó conmigo atribuyéndome barbaridades contras las personas, contra las cosas, vamos, que el cojo Mantecas a mi lado era una monja de clausura. Una vez estuve en la carcel, porque cuando me llevaron a declarar la primera vez, hablé y hablé horas y horas mientras el Instructor dormitaba sobre un hombro, tras una copiosa comida; no se enteraba de nada, ni tan siquiera de una especie de babilla que del labio le llegaba a la chaqueta. Me declaró al despertar, culpable sin más. Y estuve en la cárcel porque, simplemente no quisieron escucharme, no me consideraron inocente de por lo visto un atraco a una joyería con una escopeta de cañones recortados. El Instructor que dormitaba, al escuchar lo de la escopeta entre suspiro y suspiro, me preguntó donde tenía guardado el cañón. Y estuve en la cárcel, porque las nueve personas que formaban el jurado popular, hicieron caso al enteradillo que hacía el número nueve que era quien los dirigía ya que por lo visto, era empresario del ramo con aires de posible alcaldable.
En medio de la sesión, viendo que todos iban en mi contra, cabreado, lancé un juramento contra el sistema, contra los valores patrios, contra los enchufados y no recuerdo más. El juez, que por lo visto dormitaba pero menos que el anterior, despertó sobresaltado, con el índice me señaló al tiempo que decía que me aumentasen la pena para que, penara bien. Lo miré con rabia y entre dos guardias salí a la calle esposado.
Lo que más me fastidia, son las esposas. Que no, que no va por ahí aunque alguna se las trae. Me refiero a esas abrazaderas de acero que el policía te coloca sin miramientos, sin importarle el grosor del brazo. Coloca y cierra aunque el dolor te llegue al alma. Deberían ser un poco más considerados y al igual que un sastre mide la bocamanga al hacerte un traje, el policía debería mirar el tamño de la muñeca, "grande", "media"," pequeña" o también, "se escapa", que los hay que sus brazos son huesos. Ante el juez al que le dicen su señoría, me las quitan y no te puedes figurar que alivio. Verás, es como cuando regresas del baile de año viejo al que has llevado unos zapatos de un número menor que el que gastas, para presumir. Que te dan ganas de quitártelos. Así, son las esposas.
En el fondo de la Sala, vagos que no saben en que perder el tiempo y como es entrada libre, se sientan y descansan, unas cuantas mujeres a las que el tren les sale dentro de tres horas, criadas con niños, paseantes, alguna que otra vendedora de lotería y nada más, ¡ah!, se me olvidaba, el periodista de turno, pero sin cámara que están prohibidas, aunque con estas modernas, se hacen verdaderas maravillas.
La sala impone y mucho más cuando una docena de miradas van desnudándote, pasan al interior de tu ropa y allí buscan y rebuscan tus antecedenes, que si iba a misa los domingos y fiestas de guardar, si confesaba y comulgaba por pascua florida, si había pegado a mis hermanos, a cualquier servidor público, a cualquier persona asignada a laboratorios farmacéuticos, a jueces, abogados, fiscales, administrativos, secretarios de empresa, si había robado, hurtado, apropiado de algo o alguien..., si había pegado a los animales. Una vieja del público que pregunta ¿si es bueno con las mujeres?. ¿En que sentido? contesto, pero no recibo contestación porque la mujer se ha caído al suelo. Ha sido un simple desmayo dice un practicante que hay en la Sala, cuando Su Señoría había preguntado previamente por un médico.
También sucede en esos momentos, un resplandor golpea mis ojos. Parece una señal divina o ya comienzo a desvariar, será dios que quiere echarme una mano, que ha escuchado de una santa vez mis plegarias y al considerarme inocente me va acoger entre sus senos; pero al poco, tal pensamiento se va al traste y es que al mirar hacia la acera de enfrente, una mujer está limpiando los cristales, su ventana ha producido ese efecto de espejo, que nada tiene de divino. Además, dios en estas cosas no se mete, más bien está pendiente de los banqueros, de más banqueros, los del ladrillo y algún que otro dirigente político. Paremos aquí.
Cada dos por tres, el señor juez pues así hay que decirle, llama a capítulo a los dos abogados con voz apenas perceptible. Mi defensor lo escucha y cada vez que sabe que lo mira, no deja de dar cabezazos al suelo, como cuando los soldados saludan a la bandera. Qué pelota me ha tocado. El secretario, lleva un buen rato partiéndose de risa. Y yo, que no vivo, que no muero, que no comento, que callo y que remedio.
A alguien en la Sala se le ha caído un paraguas y es que tengo buen oído, aunque también pudo ser la pata de palo si alguien la tiene y es que ha sonado muy fuerte. El público y jurado popular se levantan y miran con descaron hacia la salida de la habitación. Su Señoría, suelta un ¡coño! terrible y al poco dice que como vuelva a escuchar un ruído más..., y ahí se queda; parece muy buena persona, veremos lo que pasa conmigo. Es ahora cuando al fondo de la habitación, un hombre menudo se levanta, en la mano derecha blande un paraguas mientras suelta: Señoría, he sido yo, que se me ha caído el paraguas, no volverá a suceder más. Se lo prometo. Eso espero, dice el benevolente juez.
Me he dado cuenta que hay gente que va a los juicios a reirse, a pasarlo bien, a cabrear a los que dirigen la Sala. Siempre están pendientes de un ujier cuando lleva un papel en la mano, lo pega en la gran puerta de entrada y dice con voz profunda: Señoras, señores, audiencia pública para a continuación decír que tipos de casos se verán. La gente escucha con mucha atención, si les interesa se quedan, si tienen que hacer tiempo también porque algunos son muy amenos y si no, vuelven al día siguiente. Los casos que suelen pasar más o menos son del tipo padre que pega a madre, hay más de madre que pega a padre y de madre que pega a hijo aunque dentro de no mucho quedarán igualados, deudas, compromisos no cumplidos, ventas en falso, robos de todo tipo, desfalcos, usurpación de funciones que no hay muchas pero pueden ser las que dan más provecho. El ir por la calle presumiendo de ser por ejemplo el Jefe Territorial para el empleo inmediato en la Europa que Progresa, debe ser la pera lo que ganan. Oiga, si le pago me da un trabajo en la Europa que Progresa. Faltaría más. Qué me cobraría. Más o menos un millón. ¿De euros?. Por dios, a dónde va usted, por quién me toma; con que sea en pesetas ya me conformo. Y de qué me puede poner. No se preocupe, lo puedo poner de todo, de todo.
De igual modo pasearse como el propietario de la Ferrari, de la Campana Rosa, soy dueño de la Rusia de los Zares, de la Galicia de Pondal..., cientos de negocios baratos se pueden hacer. Hace tiempo me contaron que en Madrid alguien con mucha labia, vendió un tranvía a un maño. Lo que sucedió luego, que cada cual se lo imagine cuando subió al tranvía, echó a todos menos al conductor que lo paseó durante todo el día, Plaza de Castilla a Sol y Sol-Plaza de Castilla. Sin más.
Y con estos recuerdos me estoy yendo de lo mío aunque la verdad, para lo que aquí se escucha, es mejor seguir con mis divagaciones y pensamientos porque a la cárcel, regreso. Vaya si regreso y es que no habiendo hecho algo punible, que soy un simple trabajador, me sientan en este puñetero banco lleno de firmas, de viva la República, me quedan dos meses, no te acojones que con el tiempo se sale, maría te quiero, viva el 4º del 57; a la espera que estos descerebrados aclaren mi situación y tal como estoy, si me tengo que bajar los pantalones ante el presidente, me los bajo; si me lo pide el representante del jurado popular también y si es el fiscal, cuente con ello de lo cabreadito que todos me tienen. Al defensor..., estás loco, ni de coña.
Una vez leí que en los EEUU, llevaron a un negro a la silla eléctrica. Lo amarraon bien a la silla, le humedecieron todo el cuerpo para un buen contacto, le pusieron en la cabeza un gorrito como el que tiene el Papa y el alcaide, visto que todo estaba en regla, metió el machete. El negro, a la primera embestida enseñó los dientes y aguantó, a la segunda, dicen que el pelo se le puso rizo y aguantó, a la tercera le salió medio metro de lengua y los ojos le quedaron mirando al cerebro pero aguantó. El alcaide, debido a ese gran comportamiento y creyendo que era dios quien no quería que fuese ajusticiado, quedó en libertad. Cuando el negro salió a la calle, un autobús de linea lo envió al otro mundo. Hay quien dice que dios no lo quería más chamuscado, que con el color amarronado que tenia le bastaba.
Un poli se me acerca, prepárate que nos vamos a comer, como si tuviera que llevar cuchillo y cuchara o si cuadra, de etiqueta,como si a continuación nos fuésemos a la ópera. Si tengo la misma vestimenta de hace tres días y no veas como huele. En un bar cercano, ocupamos una pequeña mesa de madera que a mi pobre juicio, lleva meses sin conocer un trapo. Tengo las muñecas engrilletadas lo que me hace imposible llevar la cuchara a la boca sin que me caiga toda la sopa. Es guardia se apiada, con una llave abre los grilletes que producen un sonoro clic que obliga a los parroquianos a observarme. El otro guardia me mira fijo, al tiempo que dice, espero que no intentes escapar, si lo haces, te pego un tiro en una pierna. Asiento con la cabeza.
No pasa mucho tiempo en que al fondo del comedor, unas personas están discutiendo, poco a poco levantan la voz, se empujan, se golpean. Los dos guardias acuden al follón. No lo pienso, corro a la libertad, bajo a toda velocidad las escaleras del metro y camino al lado de las vías, en busca de una estación que no se abre al público y en la que viven los desheredados de la fortuna, banqueros, chulos, carpinteros de ribera, músicos de pueblo, condesas venidas a menos,músicos raperos, músicos punk, músicos hip-hop, gente de la sgae, reyes destronados, duquesas abandonadas, militares sin graduación y cerca, en primera fila, un general. Yo, a la espera de que la administración de una santa vez me administre y sea justa. Camino sin descanso, hace mucho frío, demasiado frío para la estación en que estamos. Los trenes pasan rápidos y ruidosos dibujando en las paredes ventanillas iluminadas y alguna que otra cabeza de los que van dentro. Me da que me he equivocado de dirección, es igual, al final la encontraré.
He llegado a un lugar oscuro, siniestro por donde campean brujos y brujas, gatos negros, montones de gatos negros; fantasmas de todo tipo que me miran, mostruos que me obligan a correr sin avanzar, sin moverme del sitio como en los sueños, los ojos más grandes que vi de una lechuza enorme me miran ansiosos y no muy lejos, en las entrañas de la tierra, una luna llena apagada, muertecina y yo Cáncer, en vez de adorarla, siento un pánico terrible al mirarla. Por una vía muerta del metro, avanza la Santa Compaña que no sé que coño hace por estos lares. Caminan bajo su sábana blanca, llevando en la mano una vela que nunca se agota.
Esto si que ya no lo supero, les grito, que soy gallego, de Ferrol, que una vez los vi por Doniños y que ahora necesito que me saquen a la superficie, es que quiero ver la calle, las calles y las plazas que están sobre nosotros. Que me entreguen a cualquier policía porque nadie se puede imaginar las ganas que tengo de que me ingresen de nuevo en una cárcel con muros altos y puertas de acero para que esta tropa que ahora veo, deje de atormentarme.
Pensándolo bien, se debe estar mucho mejor en chirona.
miércoles, 25 de enero de 2012
MALOS HUMOS.
Conozco perfectamente el lugar en que, si no ocurre algo extraordinario, me van a quemar cuando la palme.
La primera acción que hago cada día, es dirigirme a ese edificio y darle unas vueltas. Es una gran casona que permite a las almas desde su interior, tomar su rumbo saliendo por un tubo situado en lo alto del tejado. Muchas veces he perdido mi tiempo, mirando y dándole vueltas a esa chimenea y hacia ella van mis pensamientos que, necesariamente, no tienen que ser tristes. Hay gente que camina como si llevase toda su existencia sin vida en el interior y el resto los dejamos a su bola porque el tránsito, como le llaman los elegantes, no tiene por que entristecer a nadie y es que la muerte,-palabras que leí-, es la continuación de la vida. Tampoco debe ser triste para los que quedan y es que cada día, al amanecer, deben, tienen la obligación de incorporarse a la nueva vida que nace. Lo suelen anunciar en la primavera las aves, en invierno su frío de escarcha.
A veces, más de las que quisiera, miro a lo alto del edificio, a su chimenea de hierro. Es casi como las demás a no ser que, parece de hierro porque algún óxido se le ve. Unos peldaños de escalera, mediante los que se accede a una especie de mirador. En los barcos, los marinos le llaman cofa, lugar que en los veleros ocupaba una persona para mirar a la distancia y si tenía suerte, dar la voz de ¡tierra!. Es de suponer que este mirador se usa por si la chimenea queda atascada con tanta carbonilla y meterle un palo para a continuación empujar y empujar aunque, pensándolo bien, lo que en verdad sale por ahí es humo que marcha a contaminar un poco más el espacio. Me da igual, creo que a ese artilugio le estoy dando más importancia de la que tiene.
A veces, mentalmente, intento averiguar qué cantidad de humo produce un cuerpo, un cuerpo normal no empecemos a liarla y es que a partir de ahí, se puede conocer el de otros tamaños. Tendría o debe haber una fórmula que no conozco, tampoco la buscaré porque con ella, seguramente son necesarios otros complicados aparatos, ordenadores y como es del todo lógico, en casa no tengo ese tipo de aparatejos, más bien pueden estar en una funeraria, quizás Lalo Porto los tenga. Le preguntaré y es que estoy interesado en averiguar cuanto humo puede subir al año a lo alto, porque quitando la unidad de quemados, del resto, un montón.
Cuando niño no los quemaban. Saltando a la cuerda, jugando al futbol, a las bolas, al trompo, cantando; al paso de un entierro por la Puerta de Canido callábamos, nos santiguábamos y esperábamos que la caja se alejase de nosotros, para continuar. Contábamos en voz alta el número de coches que acompañaban al muerto aunque quizás, en un cruce o en un ceda el paso, se habían colado otros autos que no pertenecían a la comitiva y les cogía de paso para seguir camino a Esmelle. Los ocupantes de estos autos "añadidos", puede que también rezaran una oración al muerto. No les costaba nada. Nunca lo pregunté.
Ya mayor, tuve dos compañeros que se dedicaban a ir a ciertas casas a preguntar cual era el estado del enfermo aunque no lo conocieran y de ese modo, cuando moría, esa pareja se colaban en el velatorio para, pasado cierto tiempo, salir con la barriga llena y si cuadrara, tan llenos de coñac que casi a la puerta del difunto, ya comenzaban a cantar el "Asturias patria querida" himno oficial de esa comunidad. No se como hará un obispo cantándolo, cuando llega a los versos que dicen: "Tengo que subir al árbol, tengo que coger la flor y dársela a mi morena, que la ponga en el balcón".
A lo que íbamos. En los velatorios, la recién viuda, agasajaba a los presentes con buenas viandas, mejor vino, el café que no faltara como también debía estar presente el coñac para los hombres, el anís para las mujeres. En principio se solían rezar uno, dos, tres rosarios, más no, que la gente comenzaba a moverse mucho en el asiento, de ahí viene lo de "culo de mal asiento", a lo mejor no, no sé. Las oracones se decían con muchas seriedad y dolor; pero amigo, cuando aquello terminaba, en hilera partían para la habitación cercana, la de los manjares y a partir de entonces, los chistes verdes, las risas, la terrible juerga y fastidio para los vecinos que tenían que madrugar. Alguien toca el culo de una dama y ésta le sonríe. Animado, también se lo toca a otra que, le estampa una sonora y severa bofetada en todos los morros. Un silencio tenso, un mujer que no fue para tanto, al fondo una risa suave, otra risa más sonora al lado y al poco, la juerga que continúa mientras el muerto, en otra habitación, solo, en silencio, descansa.
Esa es otra, lo del descanso eterno. A mi, sinceramente, no me vale. Las personas vagas de nacimiento, que sigan en ello una vez la palmen, pero aquellas que siempre han sido activas que hagan lo que se les pongo en gana, al menos en el infierno que dicen los entendidos, se pasa de carallo. Si es así...
Conozco con todo detalle el lugar que me van a llevar cuando deje de respirar, lo que no conozco, son los trámites que siguen, antes de darle fuego a la persona, ni tan siquiera a las kilocalorías que trabaja la caldera, si me queman desnudo tal como llegué al mundo o vestido de mártir con hábito de san Melocías, virgen y mártir o por último, si la caja de madera me acompaña para enviar más humo a lo alto. Lo deberían de explicar pero me da que son muy suyos, al menos en Ferrol que no te dejan ver el horno, ni el chisporroteo a través de un cristal, no te dejan nada, todo está bajo llave. En Coruña dejan ver algo más y además, una señora de luto, alta como un eucalipto da un cierto toque de seriedad al acto. Esta gente, los que trabajan con los muertos, son muy suyos. Suelen tener una tez descolorida tanto en invierno con el verano, un levedad amarilla les recorre los pómulos y nariz y ya ni te digo nada si se les suma el amarillos de las bombillas. Todos aquellos que viven de la muerte, los que con ella hacen perpetuos negocios, son de muy pocas palabras, diría y me atrevo, de mínimas palabras; lo que no se es si lo produjo su nacimiento o están obligados a ello. Tampoco me atrevo a preguntarles, porque su rostro, impresiona. Suelen vestir de negro, la culera y los codos de la chaqueta brillan por lo gastadas que están, quizás, cuando paran de crecer, es cuando se compran el traje y les dura años y años. Tampoco les he visto caminar con la arrogancia con que camina un banquero que suelen llevar, una cartera de cuero con una chapa que brilla pero que no es de oro ni tan siquiera de plata que no se puede conocer lo que lleva escrito, como esas firmas que les dicen ilegibles. Los que viven de la muerte, caminan con un folio en la mano, que hasta dudo esté escrito, será para darse aire o quizás lleven escrita en él, una firma ilegible.
Hoy me atreví y entré en ese edificio, luminoso a más no poder, sólo eché en falta al fondo del gran pasillo, un palco con la López-Malde tocando y es que el follón que ahí hay, es tremendo. Creo y creo bien, que la gente va a los entierros para encontrarse. El muerto en definitiva, les importa un carajo; el encuentro es lo que prima. Abrazos, más abrazos; besos entre las mujeres y algún hombre que ha entrado en la rueda, y tus hijos, los dos trabajan están muy crecidos, y que guapa te veo, bah, tonterías, estoy como siempre aunque por dentro lo crea tras el halago. Se miran se remiran, dónde está la cafetería que el niños está algo mareado del coche y además tiene sed, está allá al fondo no le des nada frío que lo puede descomponer; y el abuelo, ha quedado guardando la huerta y cómo va, se duerme continuamente, entonces no puede vigilar; mujer también duermen los espantapájaros y vigilan. Tienes razón.
La cafetería también muy luminosa y amplia. En un rincón, cuatro personas que semejan camioneros de largas distancias, quizás portugueses con conducen esos vehículos longos, juegan una partida a las cartas sin pensar en el lugar en que se encuentran y es que sus gritos son terribles por culpa de alguien que tenía el tres de bastos y no lo había echado a tiempo a la mesa.
Delante del edificio unos aprendices de jardines y detrás un aparcamiento al que se accede con un número clave, clave que todo el mundo conoce por entierros anteriores.
De momento, creo que puedo seguir respirando al tiempo que camino y pienso. De vez en cuando me giro y miro hacia la chimenea con cofa, por si sale alguna fumarola y de ese modo, intentar al menos calcular el volumen de la persona que queman. Con el tiempo, hasta se podría conocer si el humo pertenece a una mujer, a un hombre blanco, negro, asiático. Pero de momento me río, hablo, abrazo algunas veces, dentro y fuera de la ducha también canto para una urraca, que todos los amaneceres, se posa elegante en la ventana, como si estuviese en La Fenice de frac.
De momento paso de la chimenea olimpicamente y, me quedo con la vida. Vida.
lunes, 2 de enero de 2012
NIÑO QUE HABLA CON DIOS.
Dios, ¿es cierto lo que dicen?, que ahora estás aquí y cuando quieres, al instante, puedes estar en otro lugar sin gastar ni un dedal de gasolina. Lo veo muy bien pero a veces me da que no te enteras o no te quieres enterar. Supongo que eres demasiado mayor y es que, si tu hijo tiene poco más de dos mil años..., ¿cuántos años tienes tú?. ¿Qué la edad no se dice?. Ya me lo imaginaba, para lo que os conviene bien que decís: ¡Calla niño, qué estás hablando con un mayor!, pero para otras cosas, calláis como callan las mujeres. Los años se llevan encima porque poco a poco se nos amontonan sin darnos cuenta, pero también te digo que se notan y tú no lo puedes ocultar con semejantes barbas y esa melena que envidiarían los más valiente leones del África negra y tus manos huesudas, también te descubren. Pero bueno, a tu favor, esa mirada serena como la de mi abuelo cuando dormita en el rincón de la habitación que le han asignado, porque el resto de la casa la acaban de fregar. A mi abuelo siempre lo llevan de un lado para otro, como el pobre nunca protesta...
Hablo de tu edad Dios, por una simple razón, porque supongo que como el resto del mundo, al hacerte viejo, el oído también se te pierde, ¡no, no!, la oreja sigue ahi pegada y la tienes, lo otro es diferente. Me han dicho que también el cerebro va menguando, se achica porque las ideas marchan y tú, te apuesto la mejor peonza que tengo a que ya estás metido en esa cuesta porque los años, como dice mi vecina, las personas nos hacemos mayores porque "es ley de vida" y a cada momento repite la frase que es ley de vida. Mi vecina es mayor también, pero dice mi madre, que cuando era joven ya decía lo de la ley de vida. Seguramente que se le quedó pegada al interior del cerebro.
Dime Dios, que tanto viajas por el universo, ¿tanto te cuesta acercarte más a menudo al planeta Tierra en donde vivo?. ¿Qué lo ves todo?. Menos lobos Caperucita que seguramente un principio de cataratas te debe estar haciendo daño y puede ser motivo de que algunas cosas no las aprecies tal como son. No te enfades, no te enfades que los viejos siempre estáis refunfuñando. Verás por que te lo digo:
Si lo puedes todo, ¿cómo has permitido que los Magos esos, que entran y salen de las casas -vete tu a saber lo que se llevan -no me han traído la bicicleta roja de dos ruedas que les pedí?. ¿Tuviste tú algo que ver en ellos porque mi comportamiento no fue del todo bueno?. ¿Qué no?. Se me hace raro, porque las camisas, los calcetines para ir a la misa, bien que me los trajeron. Y los zapatos de mírame y no me toques que dijo mi abuela, ¿tampoco has tenido nada que ver?. Son unos zapatos de bailarina, no sirven para dar patadas a las piedras, a los calderos y es que como se arañen un poco, los gritos de mi madre se escucharán muy lejos porque dirá que costaron un pastón. Dios, si yo quiero las cosas sencillas y que nadie me grite por usarlas ya que me pertenecen, santa Rita, santa Rita, lo que se da no se grita.
Todo el mundo se hace viejo, hasta mi hermana María por muchos potingues que se eche a la cara, hasta yo, que con nueve años ya me siento mayor aunque cuando les conviene me manden para mi habitación o para la calle sin no llueve. Sé que has vivido mucho, ¿dime qué edad tienes?. ¿Qué no me lo dices?. Era para ver si largabas sin darte cuenta, presumido. Pero verás, los libros y la tele lo enseñan todo, entonces, si la Tierra tiene millones de años y tú la has hecho, ¿Cuántos años tienes, listillo?. Si es fácil descubrir lo que quieres ocultar. Es más fácil coger a un mentiroso que a un cojo, que dice mi madre. Ya pasas de bisabuelo, de trisabuelo, de cuatriabuelo... Bueno, no sigo porque de esta forma no se contar.
Mi abuelo que tiene ochenta y pico de años, dicen que ya está acabado, muy acabado. Le tiemblan las manos, un tanto sordo, que le han tenido que poner un aparatito para que de vez en cuando se entere cuando le preguntan, ¿ estás meao ?. ¿También lo tienes tú?. Como siempre, no sabes, no contestas y que aburrido eres. Mi abuelo para caminar lo hace apoyándose en el respaldo de una silla y es que los de la Seguridad Social todavía no le llamaron para entregarle un aparato de esos relucientes, ¿tienes enchufe con esa gente?, ¿lo puedes ayudar?. Como hacen los viejos..., dime, ¿escondes el pan para comerlo a escondidas?, ¿te pasas el día pegando cabezadas o soñando en voz alta que todo el mundo se entera?, ¿de verdad que conoces todo lo que sucede a tu alrededor?. Escucha ahora, mi madre es la que está gritando, ¿no habrás sido tú quien ha puesto perdida la tapa del water?. Te creo, aunque los viejos lo negáis siempre todo y es porque todo os causa temor. Tú no, que vas de poderoso. Que lo leí. Mi abuelo tampoco fue guerrero, tenía una panadería cerca del Cantón y comprenderás que no iba a batallar con una barra de pan en la mano. Es cierto que trabajó mucho y sacó a la familia adelante; a los nietos, como está chocho, no los conoce y les dice los vecinos. A veces le pregunto como me llamo y él responde que me llamo Paco, un compañero que tuvo en la batalla del Ebro. Allí, en medio de toda la tropa le concedieron una condecoración por recibir un balazo en el lóbulo de la oreja derecha que en esos momentos limpiaba con un palito. Fue un tiro limpio, dijo el enfermero, que no afectó a la cavidad abdominal. Un día cuando yo ya comprendía las cosas, le pregunté por la medalla. Me dijo, que se la había regalado a una asturiana en un viaje en tren que hicieron juntos. No se si creerle y es que la oreja, si se la miro cuando él no se entera, la tiene completa. Si nota que le estás mirando, entonces la oculta con la solapa de la chaqueta.
Dime Dios, ¿tú tienes heridas?. Es de suponer que no porque, como dicen los curas todo lo arreglas. ¿De verdad que lo arreglas todo?. No te creo. ¿Te has asomado al planeta que los astronautas ven de color azul, muy hermoso?. ¿ Lo has hecho?, se llama Tierra no muy alejado en tus distancias, de una estrella que se llama Sol. ¿Qué los conoces y que son muy pequeños comparados con la eternidad?. ¡Asómate!. Qué si. ¡Asómate!.
Se llama Irán, mira como personas sin conciencia disparan sus fusiles, sus tanques contra una población sin más armas que su voz. Mira en China e incluso en los EEUU que personas se permiten quitar la vida de otra sólo porque se sientan en un trono. Escucha, en Corea del Norte no se te ocurra entrar aunque sea de visita, que no sales, palabra que no te dejan salir. ¿Qué es eso que señalas?. Son cultivos de droga que luego reparten por el mundo haciendo a las gentes y a las familias desgraciadas sin tener culpa alguna los chicos. ¿Qué la quieres probar?, ¿de verdad?. Veré si mi hermano tiene algo en el cajón de la mesilla. Ponlo en la boca, pero antes, córtale la punta con los dientes. Ahora te lo enciendo por el otro lado. ¡Chupa, chupa más!, para que no se te apague. Aspira fuerte y mete el humo en la barriga. ¡Con fuerza, caramba! y luego suéltalo. Otra vez, otra más, para... para..., tan seguido no, para de una vez que te vas a coger un colocón. ¡Pues claro que te entra la risa y estás muy contento!. ¿Me regalarás la bici?. Ni sabe ni contestar porque se me ha puesto a cantar cosas raras. ¡Qué coñazo!.¿Te entra el sueño?. Lógico. Échate en la cama pero procura no quemar el colchón que mientras, te seguiré contando. Eso de ahí, lo que te señalo, son los países del norte de Africa que pelean contra los dictadores que los gobiernan, son revueltas continuas como mecanismos de relojería que alguien ha puesto en marcha y en donde las personas mueren a cientos y a cada tic-tac de reloj caen media docena por hambre, por guerra, por olvido; lo peor de todo, es que hasta permiten que los niños participen, los niños siempre en vanguardia que es en donde primero se reciben los tiros porque los jefes, siempre se quedan detrás, muy alejados del frente porque ellos no pueden ni deben morir. Son los que escapan con las riquezas cuando la cosa se pone mal y dejan al pueblo para que siga exterminándose en medio de una gran hambruna. Allá, América del Sur y Central donde las mafias y la droga campean a sus anchas. Todo el mundo tiene armas, la vida que tú has creado, no vale un pito por mucho que le des importancia. Todo es muerte, cadáveres en la carretera que un perro olfatea pero que al momento escapa con el rabo entre las piernas. Uno de tantos muertos ha quedado mirando al sol sin ser reconocido ni por sus familiares que lo buscan. ¿Es tu justicia?
Eso es tu mundo y no seguiré para que dejes de llorar. Pensaré que las cataratas no te permite ver. Puede ser una buena disculpa que quedará entre nosotros.
¡Oye -Dios!, ¿no me escuchas ya?. Pobre, se ha quedado dormido. En el rostro la sonrisa que les queda a los viejos después de una buena comida o unas buenas caladas a un canuto. Es imposible que se entere de todo lo que sucedes en tantos mundos del universo y desdoblarse, tan anciano, seguro que no puede. A esas edades es del todo imposible, si no, se lo pregunten a mi abuelo que cada vez que intenta ponerse un calcetín, se va de cabeza al parquet.
A quien no he visto ha sido a Jesús que dicen está siempre sentado a su lado. Dios está mas solo que la una porque a estas edades, como sucede con mi abuelo, nadie le presta atención y menos los hijos que lo conocen bien, por eso les escapan.
Te dejaré seguir durmiendo, no te molestaré más, únicamente quiero que para el próximo año me llegue la bicicleta de una santa vez. Ya está bien, a este paso, como siga la cosa así, tendré que pedir en vez de la bici una moto para que llegue a tiempo.
Una moto de cualquier color, pero moto. ¡Qué coño!.
Debe ser algo tarde. Dios...échate un poco para allá, déjame un poco de sitio. Qué bien hueles y no como mi abuelo que huele a cáscara de pino. Escucha, vamos hacer un trato. Si de vez en cuando le cojo a mi hermano un canuto y te lo guardo, ¿ te acordarás de que los Reyes me traigan la bicicleta roja ?. Para ti tiene que ser fácil. ¿Lo harás?. Espero que sí, ahora que ya somos coleguillas. Si todo consiste en llevarse bien, como tu con el Espiritu Santo porque tu Hijo..., vete a saber por donde anda, igualito que mi hermano que sólo aparece a la hora de comer.
Me estoy quedando frito, como si hubiese estado todo el día pedaleando. Buenas noches Dios.
¿ Ya estás roncando ?...
La guerra, mejor en blanco y negro porque de esa manera, dicen los que mandan, no se nota la sangre.
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