martes, 3 de junio de 2008
POR EL CAMINO QUE LLEVA AL PUEBLO
- Buenos días, María, ¿cómo va ese niño?, porque será niño ¿no?.
- Buenos días Gerardo, va bien, dando un poco la lata.... es que no para, contesta María llevando la mano al vientre.
Gerardo camina lentamente, sin prisa alguna porque, como todos los viejos lo hace sin rumbo fijo, en busca de de nuevas construcciones de edificios. Su pensamiento está ahora en ese niño que va a nacer y ya sueña viéndole dar sus primeros pasos, le oirá gritar con sus pequeños pero potentes pulmones y luego, que sea lo que la providencia le tiene asignado.
-¿Falta mucho, María?. María, una mujer a la que el paso del tiempo la hace más bella, responde: - Falta poco, ¿quieres ser el padrino?. Al hombre el corazón le ha comenzado a latir de manera acelerada, como si le persiguieran, la boca y las piernas temblorosas, tanto, que tiene que apoyarse en la pared y mira fijamente al sol que apenas le deslumbra en esas horas tan tempranas.
¿Quieres ser el padrino?, escucha de nuevo. Afirma repetidamente con la cabeza porque las palabras no le vienen, y ella prosigue:- pero ya sabes, si por casualidad mueren los padres, tendrás que hacerte cargo de él. -
Cómo no se va hacer cargo, si lo ha visto crecer día a día, hora a hora. Si sus únicos sueños eran con el lucero que María guardaba en su abultado vientre. Si lo consideraba tanto suyo como de los padres......
Días más tarde, un niño viene al mundo y como no podía ser de otra manera, el bueno de Gerardo espera, espera. No fuma, no le deja el médico ni su conciencia, pero desmenuza en pedacitos una página de una revista ¡Hola! muy antigua, que había sobre una mesita desconchada.
Cuando al fin puede entrar en la habitación, unos lagrimones resbalan por sus viejas mejillas impidiéndole ver al niño y cuando al fin su visión está de nuevo clara, lo que ve en brazos de la madre, es una flor rosa, del color de los recién nacidos, y una incipiente mata de pelo en la cabeza de esa nueva vida.
El cerebro del futuro padrino comienza a funcionar muy apurado; le comprará el traje de cristianar tan hermoso que vió en la tienda de la Herminia, el camión rojo de bomberos, al que le suena la sirena y enciende las luces que tiene Agustín en el escaparate y el patín, también el patín brillante de tres ruedas para que no caiga y una gorrita para el sol, y canicas, y una peonza, y un pequeño bañador para la charca, y una cometa de colores.....
Se ha vestido con sus mejores galas, galas que huelen a húmedo, vive sólo y no es mañoso. Todos visten ropas de fiesta y la campana de la pequeña iglesia, lleva tiempo repicando.
En el templo, alrededor del agua bendita, el sacerdote, muy serio; invita a los presentes a rezar el Credo.
Gerardo inicia la plegaria, Creo en dios padre..... pero no puede continuar, todo a su alrededor gira y gira, se marea. Gerardo no es creyente y sus convicciones están por encima de todo. Sopesa el niño o sus creencias y tira por lo segundo.
El alma y el corazón se le han parado mientras abandona la iglesia.
Por el camino que lleva al pueblo, lágrimas de amargura van sembrando el terreno yermo que pisa.
Por el camino que lleva al pueblo, la desesperación camina a pasos cortos y con la cabeza inclinada.